En diciembre de 1744 María Teresa, reina de Austria y archiduquesa de Hungría y Bohemia, firmó un decreto en el que ordenó la expulsión de todos los judíos, primero de Praga, donde debían irse para fines de enero de 1945, y luego de todos sus dominios hereditarios, esto era desde Moravia a Bohemia.

María Teresa tenía un profundo odio hacia los judíos, sobre los que en 1777 escribió: “No conozco plaga mayor que esta raza, la cual en nombre de sus engaños, usuras y avaricias está llevando a mis sujetos a la miseria”. Además fue presa de los rumores acerca de que los judíos de Praga se habían alineado con los prusianos contra ella durante la ocupación de la ciudad en el verano de 1744, durante el curso de la Guerra de la Sucesión Austriaca.

Luego de que Austrias reconquistara la ciudad en noviembre aparecieron manifestaciones antijudías en las que 20 judíos fueron asesinados y hogares y empresas judías fueron destruidas. Estos hechos, combinados con la presión sobre ella por los parte de los austriacos para que los judíos tengan más restricciones, podría haber estado detrás de la decisión.

El día 19 de de diciembre, los líderes judíos de Praga pidieron que los miembros de su comunidad, que era una de las más grandes e importantes de Europa, inicien una campaña de plegarias y ayuno. Al mismo tiempo enviaron pedidos de ayuda a sus hermanos judíos en Viena, Londres, Ámsterdam, Venecia y Frankfurt.

Como resultado, la reina fue inundada de apelaciones del rey de Dinamarca, la corte otomana, el canciller británico, el Estado de Venecia y muchos otros. Tres de los funcionarios europeos que pidieron que se revierta la orden estaban dentro de los siete electores que tenían la potestad para elegir al nuevo emperador, entonces María Teresa, que quería que asumiera su marido, fue especialmente sensible a su argumento y canceló la expulsión.

Fuente: Itón Gadol