No hay tiempo para preguntas

“Haremos y escucharemos” (Exodo 24:7)

Las naciones del mundo tienen dificultad para entender el amor que Hashem siente por Su pueblo, Israel.  A todas las naciones se les dio la oportunidad de recibir la Torá, pero la rechazaron. Una nación preguntó: “¿Qué dice la Torá?”.

Hashem respondió: “No matarás”.

Entonces Le dieron la espalda a Hashem y se fueron, diciendo: “No, gracias”.

Entonces Hashem le ofreció la Torá a otra nación distinta. Ellos también preguntaron qué estaba escrito en ella. Hashem respondió: “No robarán”.

La segunda nación miró de reojo al Cielo y respondió: “Entonces cómo esperas que nos ganemos la vida…?” Otros más que quedaron descartados…

Solamente para que las naciones no tuvieran ningún argumento más tarde, cuando objetaran por qué Hashem había elegido al pueblo judío, Hashem fue a ver a cada una de las naciones, a ofrecerles la Torá. Una se negó a prohibir el adulterio. Otra se empecinó en adorar el oro y la plata. Otra diferente no aceptó las leyes de la Torá que prohíben las relaciones entre miembros de un mismo sexo, por ser “anticuadas y en oposición a su ideología liberalista”. Nadie quiso la Torá.

Finalmente, Hashem fue al pueblo judío. Ellos no preguntaron qué decía la Torá. No quisieron escuchar detalles. Lo único que necesitaban saber era que ella provenía directamente de Hashem, el Dios de sus padres, Abraham, Isaac y Jacob. Lo único que dijeron fue: “Haremos y escucharemos”. Y allí mismo Hashem se enamoró de ellos y los hizo Su pueblo elegido.

Apenas los judíos implementaron por primera vez los mandamientos de Hashem y recién después pidieron aclaraciones y detalles, al hacerlo alcanzaron la capacidad de superar la mala inclinación, que es algo que ninguna otra nación puede hacer. De hecho, tal como enseña Rabí Najman de Breslev: “Así como hay setenta naciones, hay setenta clases de maldad. Cada nación tiene su propio rasgo de maldad. Únicamente los judíos, con su Torá de origen Divino, tienen la capacidad de purificarse totalmente del mal.

Las naciones siguen quejándose: “Y qué pasa si los judíos dijeron ‘Haremos y escucharemos’? ¿Por qué tanta conmoción?”

Dice el Rey Salomón que la persona que es capaz de gobernarse a sí misma es más valiente que la que captura una ciudad entera. Vemos entonces que la guerra en contra de la mala inclinación es un desafío muchísimo más grande que cualquier confrontación en el campo de batalla…

Imagínense que en el medio de la batalla, el comandante en jefe emite una orden de atacar de inmediato el flanco izquierdo del enemigo. El comandante del batallón responde: “Pero señor, esa orden no tiene ninguna lógica. ¿Podría por favor explicarme la lógica de su argumento?”

“Simplemente obedezca la orden de inmediato!!”, gruñe el comandante en jefe. Cada momento de demora resulta crítico. El comandante en jefe, que tiene acceso a la inteligencia en tiempo real e informes de satélite, ha detectado un punto débil en el flanco izquierdo del enemigo, que es una oportunidad que debe aprovechar de inmediato si quiere ganar la guerra. En la guerra, uno hace lo que le dicen y deja las preguntas para después. De más está decir que el comandante en jefe está que hierve…

En medio de la batalla, no hay tiempo para hacer preguntas. Cada soldado tiene que hacer lo que le dicen y de inmediato. Tras obedecer la orden, puede apelar o preguntar el motivo. Si así ocurre en la una guerra física, entonces cuánto más en la guerra espiritual que cada uno de nosotros libra contra la mala inclinación. Sea como fuere, cuando termine la guerra y venga el Mashíaj, todos vamos a entender cómo es que cada letra de la Torá es la absoluta verdad.

Fuente: Breslev en español

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