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Israeli Eurovision contestant Kobi Marimi. (Noam Revkin Fenton/Flash90)

Israel es un país pequeño y valiente. Rodeados por vecinos en su mayoría hostiles a los israelíes les encanta triunfar, darse al mundo, ser apreciados y proyectar ese amor de vuelta. Ese fue el Israel que vieron los televidentes de Eurovisión.

Por: Michael Dickson

La actuación de Israel apenas hizo mella en el marcador, pero no hay duda de que el Estado judío fue el verdadero ganador del Eurovision Song Contest 2019.

Israel fue sede de la competencia por cuarta vez en la historia, después de veinte años, y en una época en la que Eurovisión se transmite simultáneamente en YouTube, y más países se han unido al concurso en una era de respuestas y escrutinios instantáneos a través de las redes sociales, con una audiencia global que ha aumentado a 200 millones de personas.

Eurovisión siempre es ruidosa, a menudo estridente, y admito que veo algunas de las canciones con el botón «Mute» presionado, pero ser el anfitrión es una gran cosa y para Israel más aún que para la mayoría. También requiere mucho e Israel entregó más de lo requerido. Cuando Netta Barzilai levantó triunfalmente el trofeo el año pasado surgieron preguntas y preocupaciones: ¿Qué ciudad sería la anfitriona? ¿El concurso sería descarrilado o incluso cancelado por el BDS, por los boicoteadores anti-israelíes? ¿Podría Israel hacerlo y no irse a la banca rota en el proceso, o sería todo un desastre?

Israel puede sentirse reivindicado en todos los niveles

Tel Aviv era el hogar natural para el evento, una Eurovisión amante de las fiestas, sin faltarle el respeto a ninguna otra ciudad, incluida la capital. Los habitantes de Jerusalén también fueron anfitriones de las celebraciones de Eurovisión y la afluencia del turismo fue una bendición para Jerusalén como lo fue para Tel Aviv y otros lugares, con miles de visitantes que convergieron en el Estado judío. En 2018 el turismo alcanzó un máximo histórico con 4,1 millones de personas que llegaron a Israel, un 14% más que el año anterior; con el impulso de Eurovisión, 2019 podría incluso superar eso.

Y para responder a la pregunta de si un Israel geográficamente pequeño podría organizar un evento tan importante, la competencia musical más grande del mundo, la respuesta de esta semana es un rotundo: SÍ. La emisora nacional de Israel, Kan, realizó una producción radiante, pulida y dinámica. El escenario se veía tan fabuloso como en los eventos anteriores. Fuera de la sala de conciertos, la Villa de Eurovisión de Tel Aviv estuvo agitada toda la semana y la positividad del evento fue resonante.

La victoria de Israel fue una derrota total para los activistas discriminatorios del BDS.

Fue una mala semana para Roger Waters, un bogeyman del BDS, que ha arruinado la reputación de Pink Floyd al estar sumido en los escándalos antisemitas, incluido el vuelo de un cerdo con una estrella de David en sus conciertos. Sacó un video suplicando a los artistas que se retiraran. No lo hicieron y el alboroto de Roger lo hizo parecer más desesperado de lo que suele ser.

Los videos en línea del BDS que apuntaban a promover un boicot parecían patéticos y, gracias a organizaciones como StandWithUs y muchas otras organizaciones y organismos asociados, se frustró un esfuerzo creíble para descarrilar el concurso en todos los niveles. Cuando el grupo anti-FDI «Breaking the Silence» intentó socavar la atmósfera optimista de Eurovisión al colocar una cartelera en Tel Aviv anunciando sus politizadas giras anti-Israel, StandWithUs respondió con una enorme cartelera vertical sobre la autopista Ayalon de la ciudad y lanzó una serie de contra-giras que mostraron la necesidad israelí de seguridad y la verdadera convivencia que tiene lugar todos los días en Israel.

Mientras tanto la música seguía sonando. Las semifinales de Eurovisión llevaron a la banda Shalva a la atención del público, una banda formada por músicos y cantantes con necesidades especiales. Shalva acababa de actuar en la ceremonia nacional del Día de la Independencia y tomó la semifinal de Eurovisión por asalto, interpretando el tema «Un millón de sueños», utilizando Braille y lenguaje de señas. Fieles a su nombre hebreo, Shalva, su desempeño trajo paz interior a todos los que los vieron y también llevó lágrimas a los ojos de la audiencia y los espectadores, no hubo un ojo seco en la casa.

De hecho, para los espectadores con discapacidades, Israel produjo la Eurovisión más accesible que se haya emitido para personas con discapacidades cognitivas, auditivas y visuales. Este fue el resultado de un innovador «Hackathon» que tuvo lugar antes de la competencia y le dio a Israel la capacidad intelectual para crear un resultado impresionante e incluyente.

Fuimos testigos del reconocimiento hecho a la optimista melodía de Eurovisión «A-ba-ni-bi» y a una mezcla del clásico himno israelí de 1979 «Hallelujah», interpretada por una variedad de estrellas de Eurovisión de diferentes países.

La humanidad de Israel estuvo a la vista de todos. Los millones de espectadores constataron cómo es el pueblo israelí como anfitriones. También fue notoria la diversidad israelí, proveniente de diferentes orígenes árabes y judíos, heterosexuales y homosexuales. La verdad resplandecía: en Israel, la convivencia en paz ocurre todos los días.

Entre la celebración de la diversidad de Eurovisión, espero que no hayan pasado por alto los millones de espectadores que, mientras en Israel la gente tiene la libertad de amar a quien se quiera y ser quien se quiera ser, a pocas millas de distancia, la gente LGBTQ es perseguida y asesinada en otros países del Medio Oriente. Es posible que el Eurovisión en Israel este año despierte en el espectador la necesidad de rechazar esa realidad.

Eurovisión incluso fue bíblica, ya que diversos artistas cantaron juntos bajo la brillante Estrella de David, en un hermoso arreglo dirigido por Idan Raichel con los impresionantes vitrales de Chagall proyectados detrás de ellos en el escenario.

El evento también mostró el creciente poder de las estrellas internacionales israelíes. Madonna se presentó en Israel, respaldada por el rapero del momento, Quavo. Jean-Paul Gaultier y Will Ferrell estuvieron presentes. Brillaron las estrellas israelíes, Bar Refaeli y Gal Gadot, y los presentadores Assi Azar, Lucy Ayoub y Erez Tal, mejor conocidos en Israel que en el resto del mundo, se lucieron más que bien.

Hubo un destello de política, pero de una manera no controversial. Cuando los bailarines de Madonna burlaron las reglas de la Unión Europea de Radiodifusión y mostraron las banderas israelí y palestina mientras caminaban del brazo la audiencia israelí no titubeó, aplaudieron. Esto delató a la banda islandesa, anarquista y vestida de cuero, cuando su demostración de la bandera los mostró a ellos como lo truculentos que realmente eran (anteriormente habían desafiado al primer ministro Netanyahu a un combate de lucha tradicional islandesa en la que se tiran de los pantalones, pero él no respondió a la oferta).

Cuando concluyó la votación los representantes de los países de todo el mundo deseaban «shalom» a sus anfitriones israelíes y hablaban tanto hebreo en un escenario internacional de esta magnitud, que les dio a los israelíes que estaban viendo en casa una sensación de entusiasmo vertiginoso.

El cantante israelí Kobi Marimi no estuvo cerca de ganar en la competencia, pero al final de su actuación en una noche histórica para Israel, se ganó un lugar en los corazones de los israelíes y de las personas de buena voluntad que estaban observando. Su emoción fue emblemática de cómo los israelíes se enorgullecen de este evento.

Israel es un país pequeño y valiente (y sí, Netta, clucky). Rodeados por vecinos en su mayoría hostiles a los israelíes les encanta triunfar, darse al mundo, ser apreciados y proyectar ese amor de vuelta. Ese fue el Israel que vieron los televidentes de Eurovisión. El listón se colocó extraordinariamente alto para Israel y, sin duda, Israel resultó ser el ganador.

Michael Dickson es el Director Ejecutivo de la organización educativa StandWithUs en Israel.

Fuente: Aurora y Stand with Us

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